Un reciente informe estadístico de Eurostat, hecho público el pasado día 29 de abril, reconoce que los niveles de tributación en la Unión Europea es un 40% superior a los niveles en que se tributa en otras economías, como son Estados Unidos o Japón.
Los niveles de tributación de impuestos en dicha zona, un 38,8% en 2011, también son muy altos al compararlos con otras economías desarrolladas de la OCDE. Sólo Nueva Zelanda y Canadá tienen ratios que superan el 30%.
La carga fiscal varía significativamente entre los Estados miembros, que van desde menos del 30% en Lituania (26,0%), Bulgaria (27,2%), Letonia (27,6%), Rumanía (28,2%), Eslovaquia (28,5%) e Irlanda ( 28,9%), con más del 40% en Dinamarca (47,7%), Suecia (44,3%), Bélgica (44,1%), Francia (43,9%), Finlandia (43,4%), Italia (42,5%) y Austria (42,0% ).
En España, la presión fiscal real soportada por cada trabajador es del 44,45% sobre su salario bruto, lo que significa que casi la mitad de su salario va a parar a las arcas públicas, de uno u otro modo. El informe no contempla otros tributos, como pueden ser los impuestos especiales sobre el alcohol, tabaco o carburantes.
Las Reformas en España
Los aumentos de las tasas afectan a impuestos ya existentes, aunque la subida más intensa se refiere al aumento del IVA y las tasas de los impuestos especiales. A partir de enero de 2013, los premios de lotería están sujetos a un nuevo tributo especial del 20% y las ganancias de capital a corto plazo son excluidas de la tarifa del impuesto del ahorro y sometidas a imposición por la escala tributaria progresiva. En el impuesto de sociedades la amortización especial libre, prevista inicialmente para el período 2011-2015, ha sido abolida y se han aprobado nuevos límites para compensar pérdidas para las grandes empresas. Otras reformas son la imposibilidad de deducción por nueva adquisición de vivienda en el IRPF y limitación de la deducibilidad de los gastos financieros devengados en el período impositivo y derivados de deudas con entidades del grupo hasta un 30%.
Estos datos demuestran que la presión fiscal y de impuestos sobre los ciudadanos de la Unión Europea continúa creciendo, en buena medida por el encarecimiento de los impuestos directos y hace plantearse la necesidad de reducir dichas cargas tributarias.